Una vez en un viejo reino, vivían un caballo muy hermoso y una cabra esplendida, ambos compartían establo. Además los dos eran usados con el fin de ayudar a su dueño a subsistir pero comían cosas diferentes.
Cada mañana el dueño llevaba al caballo a una gran pradera donde disfrutaba de cuanta hierba fresca quisiera, pero por otro lado la cabra iba a un terreno accidentado en el cual únicamente podía comer hierba vieja y reseca. Alegre por este motivo, el caballo molestaba a la cabra a diario diciendole:
«Desconozco cómo logras dar leche con lo mal comes. Yo ni siquiera me imagino intentar masticar algo tan seco y duro.»
La cabra se mantenía en silencio pese a la burla. Sin embargo, una mañana, cuando el caballo esperaba para ir a comer, su dueño trajo a otro de su especie, sólo que mucho más joven, llevandolo a pastar en los terrenos donde a la cabra come a diario.
Tan pronto la cabra lo vio en sus terrenos, no pudo evitar preguntar: «¿No decías que no eras capaz de comerte mis hierbas?»
Moraleja de la cabra y el caballo
En la vida, el orgullo no va a ayudarte