En un pequeño pueblo, rodeado de montañas y verdes prados, vivía un juez conocido por su integridad y justicia. Era respetado por todos y su palabra era ley. Sin embargo, en las montañas cercanas, se escondía un bandolero temido por todos, que robaba a los viajeros y causaba estragos en la región.
Un día, el bandolero fue capturado y llevado ante el juez. El pueblo entero se reunió para ver el juicio, esperando que el bandolero fuera condenado y castigado por sus crímenes.
El juez, mirando al bandolero, le preguntó: «¿Por qué eliges vivir de esta manera, robando y causando miedo entre la gente?»
El bandolero, con una mirada desafiante, respondió: «Nací en la pobreza y la desesperación. La sociedad nunca me dio una oportunidad, así que tomé lo que quería. ¿Acaso no hace lo mismo la justicia, tomando decisiones basadas en sus propias reglas y no en la verdadera justicia?»
El juez, reflexionando sobre las palabras del bandolero, dijo: «La justicia no es perfecta, pero busca el bienestar de todos. Tú, por otro lado, has elegido un camino de destrucción y egoísmo.»
El bandolero, con lágrimas en los ojos, respondió: «Quizás, pero si la sociedad me hubiera dado una oportunidad, podría haber elegido un camino diferente.»
El juez, conmovido por las palabras del bandolero, decidió darle una segunda oportunidad. Lo puso bajo la tutela de un anciano sabio del pueblo, con la esperanza de que pudiera reformarse y encontrar un propósito en la vida.
Moraleja del juez y el bandolero: