En la casa de un reconocido erudito, vivía un ratón, que desde hace mucho tiempo encontraba placer comiéndose todo lo que el hombre escribiera en una hoja.
El erudito empleó a un gato con mucha fama como cazador de ratones, y también variadas trampas, puestas en todos cada uno de los rincones de la casa, y sobre ellas, cosas que agradasen su fastidioso acompañante. Sin embargo, todo siguió de la misma forma.
Sólo que eso no fue lo peor que le pasó al hombre, puesto que no contento con devorar todo lo que hubiera escrito, el ratoncito empezó a roer los importantes y valiosos volúmenes impresos de su biblioteca.
«Soy tan desgraciado en esta vida!» exclamaba con gran desesperación el erudito «Puedo tolerar que ese maldito animal se coma todo lo que he escrito, pero con mis libros ya ha ido demasiado lejos.»
«Desde este mismo instante, ninguna hoja de color blanco entrará en mi casa. Si le gusta mucho roer el papel con el que escribo entonces encontrará en él su muerte.
Moraleja
Esta bien criticar moderadamente a quien se quiere pero hay que ser severo contra aquello que ofenda