En el tranquilo Bosque de los Cien Acres, Winnie Pooh tenía un tesoro muy especial: una gran olla de miel dorada que había guardado para un día especial. Cada mañana, Pooh miraba su olla y soñaba con el día en que se deleitaría con su dulzura.
Un día, al despertar, encontró que su preciosa olla de miel había desaparecido. Desconsolado, Pooh decidió buscar a sus amigos para resolver el misterio.
Primero visitó a Tigger, quien saltaba alegremente de aquí para allá. «¡Tigger!», exclamó Pooh, «¿Has visto mi miel?». Tigger, con su energía inagotable, negó con la cabeza y prometió ayudar a Pooh a buscarla.
Luego, Pooh y Tigger fueron a ver a Piglet, que temblaba en una esquina. Piglet no había visto la miel, pero prometió ayudar a buscarla por todo el bosque.
Mientras buscaban, llegaron a la casa de Búho, el más sabio del bosque. Al explicarle su situación, Búho reflexionó y dijo: «A veces, no es un ‘quién’ sino un ‘por qué’. Pooh, ¿recuerdas haber compartido tu miel con alguien en el pasado?»
Pooh pensó y recordó haber compartido su miel con Abeja, que había perdido su colmena en una tormenta. Pooh y Abeja habían hecho un trato: Pooh le daría algo de miel, y Abeja, en agradecimiento, le traería más miel a cambio.
Con una sonrisa, Búho señaló hacia una nueva olla de miel, más grande que la anterior, en una esquina de su casa. «Abeja trajo esto para ti, Pooh, en agradecimiento por tu bondad. Simplemente estaba guardándola hasta que vinieras».
Pooh, emocionado, se dio cuenta de que al ser generoso con los demás, a menudo recibimos más de lo que damos.
Moraleja de winnie poo:
La generosidad y la bondad, aunque a veces parezcan ir acompañadas de pérdidas, a menudo nos recompensan de maneras que no esperamos.