La Fábula de Halloween

Halloween: noche de muertos

Según la tradición, la fiesta de Samhain celebraba el fin de la cosecha de verano y la llegada del nuevo año celta, marcando el inicio de los días cortos y fríos del otoño. Durante esta noche, el mundo de los muertos conectaba con el de los vivos y los espíritus vagaban por la tierra.

Los celtas honraban a sus difuntos encendiendo hogueras, realizando rituales y cantando y bailando durante horas. Cientos de años después, en la víspera de Todos los Santos, recordamos a nuestros difuntos, visitamos los cementerios y hacemos ofrendas. Sin embargo, también es un momento para jugar con el miedo, el misterio y la fantasía.

Las historias terroríficas se comparten, los muertos cobran vida y se pasean entre nosotros convertidos en esqueletos, monstruos o vampiros. Las calaveras y las brujas toman las calles, y las calabazas talladas con formas espeluznantes iluminan las ventanas y los caminos para ahuyentar a los malos espíritus.

Se oyen risas espantosas y terribles aullidos a cada paso. Aquellos que tengan el valor suficiente y estén dispuestos a reírse del miedo, deben salir disfrazados para no ser reconocidos por los fantasmas. Además, pueden aprovechar para asustar a sus vecinos o hacer un trato a cambio de algunos dulces. Con suerte, habrá ocasión de saborear el pan de muerto, las manzanas de caramelo, los panellets, los pestiños, los buñuelos de viento o los huesos de santo.

Moraleja:

En Halloween, vamos más allá de recordar a nuestros difuntos y enfrentamos nuestros miedos de manera divertida. Es una ocasión para disfrutar del espíritu festivo y aprovechar la oportunidad de compartir risas y dulces con los demás.

Pensamiento final:

Feliz Halloween, una noche para disfrutar de lo sobrenatural y enfrentar nuestros temores con una sonrisa en el rostro.

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