En una vasta pradera, vivía un poderoso toro llamado Brutus. Era el líder de la manada y todos los animales del campo lo respetaban por su fuerza y valentía. A su lado, siempre jugueteando y corriendo, estaba Taurito, un joven becerro que admiraba profundamente a Brutus y soñaba con ser tan grande y fuerte como él algún día.
Un día, mientras pastaban, Taurito se acercó a Brutus y le dijo: «¡Oh, Brutus! Desearía ser tan grande y poderoso como tú ahora mismo. No puedo esperar a crecer y tener tus impresionantes cuernos y tu fuerte cuerpo».
Brutus sonrió y miró al joven becerro con ojos amables. «Taurito», comenzó, «entiendo tu impaciencia. Yo también fui joven una vez y deseaba ser grande. Pero con el tiempo, aprendí que cada etapa de la vida tiene su propio valor y belleza. Ahora, soy grande y fuerte, pero también tengo responsabilidades y desafíos que enfrentar. Tú, por otro lado, tienes la libertad de jugar, aprender y disfrutar de tu juventud».
Taurito reflexionó sobre las palabras de Brutus y se dio cuenta de que tenía razón. En lugar de desear crecer rápidamente, decidió disfrutar de cada momento de su juventud, sabiendo que con el tiempo, también llegaría a ser un toro fuerte y valiente.