En un frondoso bosque, donde los árboles se alzaban altos y las sombras jugaban con la luz del sol, un cazador se preparaba para su jornada de caza. A su lado, su fiel perro, de mirada aguda y orejas siempre alerta, esperaba ansioso el inicio de la aventura.
Mientras recorrían el bosque, el perro, con su olfato agudo, detectó el rastro de una presa. Con entusiasmo, comenzó a seguir el aroma, llevando al cazador tras él. Sin embargo, después de horas de búsqueda, no lograron encontrar al animal.
El cazador, frustrado y cansado, reprendió al perro: «¡Has perdido el tiempo siguiendo un rastro falso! ¡No eres de utilidad!»
El perro, mirando al cazador con ojos tristes pero firmes, respondió: «Hice todo lo posible para seguir el rastro. La naturaleza es impredecible, y no siempre podemos tener éxito en la caza. Pero mi lealtad y esfuerzo siempre estarán contigo.»
El cazador, reflexionando sobre las palabras de su compañero, se dio cuenta de su error. Entendió que no se puede culpar a otros por las circunstancias imprevistas de la vida. Abrazó a su perro y juntos regresaron a casa, sabiendo que al día siguiente tendrían otra oportunidad.