El molinero, el niño y el asno
Había una vez un molinero y su hijo que decidieron llevar a su pequeño asno a vender en la feria del pueblo. Salieron temprano en la mañana, ansiosos por hacer un buen negocio y disfrutar de una agradable caminata por el campo.
El molinero y su hijo eran muy trabajadores y responsables, por lo que apenas dejaban su molino para ir a algún lugar. Mientras caminaban por un sendero, se encontraron con un grupo de personas que estaban merendando a la sombra de un árbol junto a un río.
«Buenos días», saludó el molinero con entusiasmo, deseando entablar una conversación. Hubo un breve silencio, y luego uno de los merenderos respondió de manera sarcástica:
«Sí, sí, buenos días, especialmente para el asno que llevan de excursión», dijo el hombre entre risas.
El molinero y su hijo quedaron sorprendidos por la extraña respuesta. No entendían a qué se refería el hombre. Una mujer entre las risas del grupo explicó que parecía que el asno era el más listo de los tres, ya que ellos estaban paseando al animal en lugar de al perro.
Confundidos y avergonzados, el molinero y su hijo decidieron subirse los dos al asno para evitar más críticas. Continuaron su camino, bordeando unos campos de cultivo, cuando un campesino los interpeló airadamente.
«¡Estarás contento, jovencito! ¡Qué falta de educación y respeto hacia tus mayores! Tu padre ha trabajado duro para alimentarte y educarte, y tú lo pagas montado cómodamente en ese noble animal mientras él se arrastra a tu lado», exclamó el campesino enojado.
Sintiéndose culpables, el molinero y su hijo decidieron intercambiar lugares. El hijo caminaría y el molinero montaría en el asno. Sin embargo, al pasar frente a un aserradero, uno de los empleados se burló de ellos por el hecho de que el molinero estuviera montado en el asno.
La situación se volvió aún más complicada cuando varios trabajadores del aserradero se unieron a las burlas. Padre e hijo optaron entonces por cargar al asno sobre sus hombros para evitar más problemas.
Mientras caminaban de esta manera, se encontraron con un apicultor y su hija. El molinero los saludó discreta y amistosamente, pero el apicultor respondió de manera agresiva, criticando el trato que recibía el asno. En ese momento, la hija del apicultor enseñó una abeja y explicó que todos los animales merecen respeto, incluido el asno.
La indignación creció en el molinero y su hijo, pero antes de que pudieran decir algo, un grupo de chavales que jugaban cerca se unió en favor de liberar al burro. La situación se volvió caótica y el asno, asustado, se escapó y se fue flotando por el río hasta encontrar unos prados lejanos donde comenzó una nueva vida.
Padre e hijo se quedaron atónitos y con un sentimiento de pérdida. Se dieron cuenta de que, al intentar complacer a todos y evitar críticas, habían perdido el burro, el negocio y lo que podría haber sido un maravilloso día en el campo.
Moraleja
Escuchar consejos y opiniones es importante, pero aveces debemos imponer nuestro criterio y no hacer caso de las intenciones maliciosas de los demás.
En lugar de condicionar nuestras acciones a la opinión de los demás, debemos estar dispuestos a tomar decisiones que consideramos correctas, incluso si van en contra de lo que piensen los demás.
Pensamiento final
Cada persona tiene sus propias circunstancias y convicciones. Es importante ser fiel a uno mismo y tomar decisiones basadas en nuestros valores y objetivos personales. No podemos vivir nuestras vidas complaciendo constantemente a los demás, ya que esto solo nos llevará a perdernos a nosotros mismos en el proceso. Seamos valientes y confiemos en nuestras propias decisiones, aunque nos equivoquemos de vez en cuando.