Fabula del Buey Hermoso

El Buey Hermoso

Hace muchísimo tiempo, en Bután, nació un becerro que fue adquirido por un hombre rico llamado Amir. Este hombre lo llamó Hermoso y lo cuidaba con esmero, dándole la mejor comida y atendiéndolo de manera excepcional.

Cuando Hermoso se convirtió en un buey grande, se sentía agradecido por el trato que recibía de su dueño. Pensaba para sí mismo: «Mi amo me trata muy bien y me gustaría agradecer su ayuda». Con este pensamiento en mente, un día le propuso a su señor: «Busque algún ganadero orgulloso de sus animales y dígale que puedo tirar de 100 carretas cargadas al máximo».

Amir aceptó el reto y fue a visitar a un mercader. Con gran confianza, el mercader afirmó: «Mis bueyes son los más fuertes». Pero Amir respondió: «No, el mío puede tirar de 100 carretas cargadas». Ambos apostaron un bolso lleno de monedas de oro y fijaron una fecha para la prueba.

El día de la prueba, el mercader dispuso 100 carretas cargadas al máximo con arena para hacerlas muy pesadas. Amir se subió a la primera carreta y, no pudo resistir la tentación de darse importancia ante todos los presentes. Hizo sonar su látigo y le gritó a Hermoso: «¡Avanza, perezoso!».

Hermoso se sintió sorprendido y triste por el trato recibido. Pensó para sí mismo: «Nunca he hecho nada malo y mi amo me insulta así». Entonces, decidió permanecer quieto y resistirse a tirar de las carretas. Todos los presentes se rieron mucho y Amir tuvo que pagar al mercader la apuesta perdida.

De vuelta en la casa de Hermoso, Amir le reprochó su actitud y le dijo: «¿Por qué estás tan triste? He perdido mucho dinero hoy por tu culpa. Me diste con el látigo y me llamaste perezoso».

Hermoso, mirando a su amo, preguntó: «¿En toda mi vida te he causado algún daño?». Amir no respondió. Entonces, Hermoso continuó: «Entonces, ¿por qué te ofendí? No es mía la culpa, sino tuya. Pero como me da pena verte así, te propongo que vuelvas con el mercader y le retes a una apuesta doble. Pero esta vez, usa las palabras que merezco».

El mercader, pensando que volvería a ganar, aceptó el desafío. Al día siguiente, que era Navidad, todo estaba dispuesto para la nueva prueba. Amir se acercó a Hermoso con una flor en la mano, le tocó la cabeza y le dijo: «Hermoso, ¿podrías hacerme el favor de tirar de estas 100 carretas?».

Hermoso obedeció y, haciendo un gran esfuerzo, tiró de las carretas. El mercader, convencido de la fuerza de Hermoso, pagó las dos bolsas de oro prometidas. Todos presentes llenaron de cumplidos al buey, pero fue Amir quien apreció más que nadie la lección de humildad y respeto que había recibido. Recordó esta lección durante toda su vida.

Moraleja:

La persona respetuosa sabe dónde terminan sus límites y comienzan los de los demás.

Pensamiento Final:

La humildad y el respeto son cualidades que nunca pasan de moda. Aprender a reconocer los logros y capacidades de los demás nos hace mejores personas.

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